sábado, 27 de noviembre de 2010

Los decires de un viejo verde (Nº 12.- Febrero 1997)

10.-

Al principio, por nada del mundo, ella quería masturbarse delante mío. Después junto a otras compañeras fue delicioso y sencillo. Yo en esas ocasiones contenía la respiración y no decía nada, hasta hoy que lo escribo.

11.-

Yo cuando la conocí a ella, dejé de masturbarme. Me daba miedo no poder con ella y sus amigas. Hoy lo pienso como una tontería de mi parte. Ella me hubiera deseado igual y, en definitiva, sus amigas no eran tantas.

15.-

Al cuarto día de habernos encontrado, exactamente, cuatro días después de haber hecho el amor por primera vez, ella me dijo que tenía miedo de morir. Yo la quise consolar diciéndole que dos personas que se amaban no podían morir.
Ella, al borde de su primer orgasmo, con algunas lágrimas en los ojos insistió: ¿pero algún día moriré? y yo le tuve que contestar que algún día, sí, y ella desesperada, entre contorsiones increíbles, me dijo que me amaba.

21.-

Al tiempo, ella, practicando consiguió hacer todas esas cosas, conmigo y, también, con otros hombres.

23.-

La libertad y la muerte se parecen, me gritaba al oído. El odio y el amor vienen siempre mezclados. Resucito y te mato, gritaba con vehemencia, y cuando más te amo es cuando soy infiel.

26.-

Yo casi nunca le decía nada, hasta que un día, los dos sentados a orillas del Guadalquivir, haciéndole una toma de karate australiano, antes de partirla por la mitad, le hice prometer por Gardel y Manuel de Falla, que haría todo lo posible para curarse.

29.-

Confieso estar en contra de todo. Pero de todo no. El sol, ciertas caricias, ciertas mujeres tendidas en el sol. Ciertos soles acurrucados en tu bajo vientre.

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