martes, 18 de noviembre de 2008

PSICOANÁLISIS GRUPO CERO 1

Nacemos para hacer frente a los que interpretan y lo hacen, a nuestro entender, muy mal o, por lo menos, mezclando sus propios sentimientos con la interpretación.
Por otro lado, se entiende que un poeta sabe perfectamente que para poder escribir poemas perdurables los sentimientos tienen que quedar en el armario; bueno, hasta un psicoanalista debería saberlo.
Nacemos fundamentalmente, en contra de lainterpretacion.com porque a los pacientes se los interpreta a veces insultándolos pero nunca maltratándolos y en menor grado recordarle a Olga Viza y patrocinadores que el diván en Madrid es un invento del Grupo Cero.
A partir de 1997 Grupo Cero utilizó el diván como logo de sus congresos internacionales y del departamento de clínica psicoanalítica.



QUE ENTENDEMOS POR INTERPRETACIÓN. I

Quiero decir que es como psicoanalista que se me reclama en este territorio, ya que no es del saber que no se consume. Lo que parece no consumirse en este territorio es un psicoanálisis que arrase, no sólo la vida del psicoanalista, sino también la vida del paciente. Un psicoanálisis donde el psicoanalista, más allá de su condición de asalariado, no se someta hasta el límite de no poder cumplir ya con su función. Función que de devenir como tal, tendrá mi deseo en eso porque sólo el deseo de quien se ocupa de eso, desea la función.
Si eso de ser la función, invade eso de no ser nada en mí, mi deseo será social cada vez que le cuadre expresarse. Y cuando digo social, quiero decir que en su expresión no me dará el ser que ambiciono en el movimiento, sino, por el contrario, aquel otro ser temido, por ser deseo de Otro y que de ustedes ha partido porque la función, no habla; sólo desea. Y sordo es el desear de la función, ya que ella, nada desea para sí, sino para la retórica que la crea como tal.
Es en el intento de mostrar el psicoanálisis como ciencia donde, en este primer encuentro, debe detenerse el tiempo. En esta primera conversación el intento será epistemológico, que no podrá ser otra cosa que materialista, porque materiales son las estructuras lingüísticas de donde las ciencias sacan su provecho.
Y si la escritura habrá de ser la base material de las ciencias, éstas padecerán, más allá de sus padecimientos, el padecimiento que, por ser escritura, padece. Su verdad nunca coincidirá con el tiempo de su aparición. Y así es que el hombre sigue padeciendo una moral que ya se desmoronó en los libros. Palabra la del psicoanálisis que más que saber de sus alcances, sabemos de las resistencias que se oponen a sus posibles alcances. Una palabra que por atentar contra lo único que el hombre tenía de sí, su propia conciencia de sí y como sabemos la conciencia siempre es forjadora de poder, el psicoanálisis, en su desarrollo, tuvo que enfrentarse no sólo con la resistencia de sus practicantes a encontrarse con sus propios deseos inconscientes, sino también en su desarrollo, con los modos represivos de los estados. Hay algo en el psicoanálisis que, más allá del sujeto, nos habla del estado, que más allá de su poder de transferencia se atribuye como instrumento de conocimiento la capacidad de lectura de los modelos ideológicos.
Y si leyendo desde el sujeto en la transferencia se puede llegar –según se atribuye el propio psicoanálisis- a transformar los deseos inconscientes, en el sentido de una transformación de lo que sobredetermina o por lo menos un cambio de rumbo de lo que sobredetermina. Podríamos pensar entonces que a la posibilidad del psicoanálisis atañe también la transformación de los modelos ideológicos, que por inconscientes tendrán que ser construidos como tales desde los efectos, los cuales, por ideológicos, asentarán en el propio cuerpo del sujeto. Y antes que la poesía y la locura nos invadan definitivamente trataremos de poner en claro ciertas cuestiones.
Si la realidad es la metáfora de todo lo posible, las ciencias serán lo posible de ser determinado. Para que una ciencia se precie de tal, debe tener su objeto propio. Y su objeto propio no puede ser un objeto real, sino sólo provenir de un objeto real, mediante una transformación que de la cosa hace símbolo, cuyo procedimiento llamamos: trabajo teórico.
Objeto teórico, entonces, a partir del cual y según sus vicisitudes habrá método. Que tendrá que tener como condición la capacidad de modificar su propio ser, mediante lo que se le atribuye, es decir, la interpretación, cada vez que haya un obstáculo en el devenir del objeto teórico y cada vez que haya un obstáculo frente al objeto real a conocer, mediante la técnica que él mismo, el método, mediando entre la teoría y ella, determina.
Técnica que, más que cumplir los requisitos del objeto real, tendrá que cumplir, para que sea técnica científica, los mandatos de la teoría. Si el psicoanálisis se trata de una ciencia, su objeto teórico, el inconsciente, es más inasible como concepto que como inconsciente, porque si bien como inconsciente no sabríamos de él más que la condena de ser sus propios efectos, por concepto sabríamos menos aún. Ya que el concepto designa material a lo no corpóreo y por lo tanto suprasensible. Y no es por lo tanto en mi propio cuerpo donde deberíamos buscar el inconsciente, sino en la malla que bien material, incorpórea, invisible, tejen las palabras frente a otro de mí, humano, que relativiza mi soledad y me da, como naturaleza de lo humano, otro humano.
Campo de la palabra que no es otro que el campo de la función humana.

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