El vino oscuro de la tierra
Donde mojas los labios cuando pasan las horas
Tiene un sabor de cárcel transparente
—Su perla de ceniza se deshace en latidos—
Cada uno de nosotros vierte en él su veneno
Y la mujer que avanza desde el fondo del vaso
Mece en sus brazos blancos el sentimiento de la lejanía
A veces tan profundo
Como la música producida por un arco de infancia al rozar como un violín la tumba de
un pájaro
O la tormenta enterrada viva en el bosque
Atravesada por temas salvajes
Con un canto de pinos cuyas raíces en forma de hélices los conducen más allá de los
límites de la memoria
Hasta el fondo inacabable erizado por la sagrada esfera de estiércol de un insecto
Un país de cimerios
De ritos en torno a una brasa lunar donde ponen a hervir el agua de las lágrimas
Poblado por criaturas sin rostro
Desplegando un reguero de hormigas a modo de sonrisa
¡Oh escucha ese galope!
La andrajosa diligencia se pierde por el camino pantanoso
Y cuando una vez más
El demente cochero te saluda
Los destellos de su alto sombrero enceguecen las mariposas de otrora como la llama
en que deben morir
Su espalda se transforma en un armario con negros frascos de golosinas sombrías
O una almohada cubierta de pequeños trocitos de alcanfor
A cuya sola vista ciertas enfermedades transparentes retrocedían espantadas sobre el
terciopelo de antaño
Pero su látigo aún chasquea con el mismo fulgor
Y al beber otro trago
Torna la lenta fuga de las cosas
Torna el adiós de espumas del último peldaño en la escalera del embarcadero
(Noche tras noche
En el silencio de mi habitación
Un puerto envuelto en una enorme gasa negra
Saca del agua su torno ornado con imágenes obscenas
Y la serpiente embriagadora de ese vertiginoso color azul-deliro de la tinta de
tatuar
Exaltando el deseo de la desolación y la tentación de lo desconocido
En los ángulos las cariátides de sal encienden los sueños destinados a la venganza
Sus miradas son una vasta sala donde suben y bajan las mareas alimentando la llama
de los candelabros
E inclinándose sobre mi lecho en la sombra con un jadeo sofocante
Balancean sus cabellos de oro incorruptible a las canciones sedentarias
Y desaparecen con el amanecer a través de los muros
Dejando sólo una plancha de paisaje gris podrido por la nostalgia marina)
Ahora bien,
Los más bellos amores
Tienen sus alas sin paz en la lujuria de lo pasajero
Sobre esos terrenos vagos donde hay siempre una niña acosada por los lobos
La heroína incomparable bajo la telaraña del tiempo perdido
Bella y cruel
Su retrato tiene el color de la corriente estival
Con su lerda voz ocre de barcaza
Esa gran flor de nombres melancólicos
Esa rampa sin fin
Pero las cartas escritas en cada hoja amarilla
Y el viejo cartero sin rostro cuya valija se abre como las venas
Hasta perder la vida
A cada caricia
A cada sollozo
A cada cabellera que despliega su abanico de plumas en el aire de un sueño
A cada esfinge que teje un destino mortal con un hilo infinito
¿Qué mensaje indecible depositan en medio de esta seda de adiós
Sobre la panoplia de los seres
A través de los intersticios en la juntura de los años?...
Bebe de un largo trato ese vino imantado
Hecho con el brebaje de los lugares ardientes
Los diferentes grados de latitud
El sonido marino de un cuerpo enamorado flotando en la corriente
Las sábanas plegadas como un guante aferrado a un perfume
Las promesas abandonadas en ciertas habitaciones donde brota la lluvia
Y el nombre de los meses siempre empañando el cristal del deseo con el aliento de lo
irrecobrable
Un hombre cuenta el oro de sus lágrimas
Oro de carcelero
Oro decapitado
Ligeramente oculto en la madurez casi terrible de las flores
ENRIQUE MOLINA
Argentina-1910
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