En Holanda se está debatiendo si a partir de los setenta años, debe permitirse legalmente a las personas que no quieren seguir viviendo, quitarse la vida.
La depresión mata en el mundo más personas que todos los conflictos bélicos del planeta, es uno de los problemas más serios de salud en el momento actual. Podemos afirmar que no hay suicidio sin depresión previa, sólo los deprimidos se suicidan. Y la depresión, se cura con psicoanálisis.
La Presidenta de la asociación Por voluntad propia que es la que lleva a cabo la cruzada para legalizar el suicidio en “personas sanas”, dice textualmente: “Debe aceptarse que gente sana y cuerda no quiera sufrir por hacerse mayor”. El envejecimiento es un proceso fisiológico, no una enfermedad. Todos sufrimos los cambios y avatares de las distintas edades de la vida, y no por ello acabamos con nuestra vida. El suicidio es un acto egoísta, que no tiene en cuenta a los otros, a los demás. Una persona que dice no querer sufrir por hacerse mayor, ya está sufriendo, ya está deprimido, probablemente se ha deprimido frente a la pérdida de un ideal de juventud.
Además, tenemos que tener en cuenta la diferencia entre demanda y deseo. Decir: “me quiero morir” (demanda) no es igual y en ocasiones es diametralmente opuesto a desear morir (deseo). A veces quiere decir: “lo quiero matar al otro, al compañero, al familiar”, otras veces es: “quiero cambiar de vida, quiero acabar con este tipo de vida”. Sólo un psicoanalista puede escuchar, dependiendo de las otras frases que el paciente diga junto a esa frase, cuál es el deseo de ese sujeto. Y un hombre sano, no puede desear morir. Nadie desea su daño, y cuando se daña, siempre es para dañar a un tercero.
El drama más importante de la vejez es aprender a vivir a veces con achaques, tolerar que las personas queridas que rodean al anciano lo quieran perfecto y no con esos pequeños achaques. Parece que la familia prefiriera al anciano muerto antes que imperfecto. Se puede aprender a vivir una vejez feliz, a pesar de los años, de las arrugas, de los achaques. Antes de acudir a una de esas clínicas de suicidio asistido, si usted está pensando que la vida no tiene sentido y que es mejor acabar, que ya hizo todo lo que tenía que hacer, no se deje engañar, como dice el poeta César Vallejo, “hay señores, muchísimo que hacer”, consulte a un psicoanalista. Todo tiene remedio, menos la muerte.
La depresión mata en el mundo más personas que todos los conflictos bélicos del planeta, es uno de los problemas más serios de salud en el momento actual. Podemos afirmar que no hay suicidio sin depresión previa, sólo los deprimidos se suicidan. Y la depresión, se cura con psicoanálisis.
La Presidenta de la asociación Por voluntad propia que es la que lleva a cabo la cruzada para legalizar el suicidio en “personas sanas”, dice textualmente: “Debe aceptarse que gente sana y cuerda no quiera sufrir por hacerse mayor”. El envejecimiento es un proceso fisiológico, no una enfermedad. Todos sufrimos los cambios y avatares de las distintas edades de la vida, y no por ello acabamos con nuestra vida. El suicidio es un acto egoísta, que no tiene en cuenta a los otros, a los demás. Una persona que dice no querer sufrir por hacerse mayor, ya está sufriendo, ya está deprimido, probablemente se ha deprimido frente a la pérdida de un ideal de juventud.
Además, tenemos que tener en cuenta la diferencia entre demanda y deseo. Decir: “me quiero morir” (demanda) no es igual y en ocasiones es diametralmente opuesto a desear morir (deseo). A veces quiere decir: “lo quiero matar al otro, al compañero, al familiar”, otras veces es: “quiero cambiar de vida, quiero acabar con este tipo de vida”. Sólo un psicoanalista puede escuchar, dependiendo de las otras frases que el paciente diga junto a esa frase, cuál es el deseo de ese sujeto. Y un hombre sano, no puede desear morir. Nadie desea su daño, y cuando se daña, siempre es para dañar a un tercero.
El drama más importante de la vejez es aprender a vivir a veces con achaques, tolerar que las personas queridas que rodean al anciano lo quieran perfecto y no con esos pequeños achaques. Parece que la familia prefiriera al anciano muerto antes que imperfecto. Se puede aprender a vivir una vejez feliz, a pesar de los años, de las arrugas, de los achaques. Antes de acudir a una de esas clínicas de suicidio asistido, si usted está pensando que la vida no tiene sentido y que es mejor acabar, que ya hizo todo lo que tenía que hacer, no se deje engañar, como dice el poeta César Vallejo, “hay señores, muchísimo que hacer”, consulte a un psicoanalista. Todo tiene remedio, menos la muerte.
Alejandra Menassa de Lucia
Psicoanalista del Grupo Cero
Independiente por la tarde
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