martes, 1 de septiembre de 2009

"El sexo no cae" de Miguel Oscar Menassa

EL SEXO NO CAE
1

La enseñanza más grande que tengo para daros
es que el sexo no cae.
Se desarrolla, se trasmuta, se hace insensible,
llora, bosteza de aburrido, se libera de más.
Contrae enfermedades, se cura se arrepiente,
es hombre y es mujer y nada sabe del amor.
Y quiere ser mujer cuando le toca hombre
y quiere ser un hombre cuando le toca niño
y madre quiere ser cuando es mujer
y si mujer le toca quiere ser niño,
serpiente o bruja quiere ser y puta
y cualquier cosa quiere ser
con tal de no saber nada de eso.

2

Pero el sexo no cae,
se entrega, se somete,
esclaviza todos sus sentidos,
para permanecer ahí,
oculto o estallando en pedazos,
descuartizado y solo,
erecto y firme, siempre impune,
totalmente abierto a las caricias,
al beso, a la ternura,
o bien casi cerrado, oscuro, blando,
débil a punto de fracasar en todo
y se encierra en sí mismo
y con una mano se masturba
y con la otra mano espera
y se masturba
y llega a parecer que el hombre
muere así, chiquito, empobrecido
sin nada que decir, sin alma.

3

Y, sin embargo, os digo:
El sexo no cae
y si sirve de algo
yo mismo haré de ejemplo.
A veces, también, me lo creo:
Soy un gran hombre, me digo,
soy un gran hombre y, al otro día,
me levanto todo tullido y dolorido
como si un tren cargado
con mercancías peligrosas
me hubiera pasado por encima.

4

Muy pocas cosas hablan de mí
con cierta claridad.
Mis amores son muy apasionados,
no puedo encontrar en ellos,
aunque la hubiera,
ninguna inteligencia y
mi propia inteligencia esta trabada,
por falta de pasión.

5

Con el dinero me pasa
que nunca sé quién es
si yo, porque lo gano
o ella, porque lo gasta.

6

Y, después, están esas tardes gloriosas
donde no puedo reconocer como propia
mi propia piel.
Ella se mete en mí pero sólo
para que otra mujer la acaricie.
Y la otra mujer me acaricia
después de darse cuenta que en mí,
todo lo que me dan lo recibe ella.
Después de estos encuentros,
donde todo el mundo goza y yo,
no me doy cuenta de nada,
atravesamos por instantes de paz
donde la música
llega hasta nosotros
y quedamos como suspendidos
de un relato dramático.

7

Ellas
ensayan sobre ellas mismas
maniobras de violencia,
sin mirarse a los ojos,
sin darse cuenta que las estoy mirando
y yo, pobre hombre, amante de la soledad,
no entiendo porqué me pasan estas cosas.

Y ella y la otra sonríen con alevosía
y se dicen una a la otra que me aman.

8

En el momento de desnudarnos somos libres
ellas se quedan mirándose de perfil en el espejo
y yo, extasiado, caigo de rodillas y me adoro
pero el sexo no cae.

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