TENGO UNA CORAZONADA
Me encuentro aquí, miradme,
dando los últimos pasos hacia la salida,
vaga noción sin estatuto que podría aludir a la salida de la vida,
o a la salida de la sala
donde el azar imprime su relámpago inaudito
sobre la mano del que juega,
llevado en aras de una profética aventura.
Ayudadme,
vengo cruzando las ásperas planicies con hidalguía sostenida
dejando de lado los inviernos del ser,
y los incontables abandonos que doblegaron un destino de corona
e hicieron de mí un labriego nocturno rodeado de una ciudad sin premios.
Entre noche y espacio veo desfilar sonidos
que me hablan desde la capital del sueño,
con una voz un poco ronca anunciando el desafío de ser esta vez
una angustia indirecta que atrapa el corazón en un latido espeso.
Hay algo de enemigo en mi cabeza, pero encadeno lo amargo
y juego en el temblor el salto que nunca se equivoca,
que nunca se repite,
una estructura de alas que viene de mi alma a proponerse
como la alegoría del lingote de oro,
como un ejército de copas y medallas galopando en mi respiración
buscando derribar al personaje trágico que escapa por mi piel
convertida en alfombra hasta llegar al podio.
Miradme una vez más,
el ángel me toma entre sus brazos y algo del criminal me nutre
y en el vértigo que aleja los quebrantos,
hago rodar como barriles por el suelo,
a los fatigados boxeadores de la vida
mientras mi rostro es cruel y algo solemne.
NORMA MENASSA
Argentina, 1938
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