Algunas veces el Premio Nobel llegó a reconocer la literatura en la América Latina, y fue bien recibido cuando se lo otorgaron a Gabriela Mistral (1945) y a Pablo Neruda (1971), ambos de Chile; a Miguel Ángel Asturias (Guatemala, 1967), a Gabriel García Márquez (Colombia, 1982) y a Octavio Paz (México, 1990). Los argentinos han siempre propuesto a Jorge Luis Borges para el Nobel y muchos se quejaron de que no lo obtuvo nunca. Borges murió en 1986. Era un literato e intelectual puro, trataba de temas literarios, filosóficos o sobre el azar de la vida. Su estilo era moderno, un poco realista mágico. Sin embargo, toda inteligencia y dedicación literaria no le alcanzaron para entender una política humanística que fuera también humanitaria. Cometió el pecado de apoyar a la dictadura chilena, haciendo elogios al General Pinochet, en su momento más opresivo. No mereció el Premio, porque éste, según su creador Alfred Bernhard Nobel, es para ser otorgado “a las personas cuyo trabajo contribuyera al mayor beneficio a la humanidad”. Y sabemos que apoyar a una dictadura militar no contribuye a ningún beneficio para la humanidad.
Este año hace falta reconocer que la América Latina ha servido de cuna a grandes escritores y poetas humanitarios. Miguel Oscar Menassa nació en Argentina (1940), pero como él mismo dice, podría haber nacido en cualquier otra parte del mundo, aun siendo “de madre nieta y bisnieta de araucanos, Lautaro entre otros, y de padre árabe descendiente directo del inventor de la palabra amor entre los árabes.” Realmente es MOM de ilustre linaje. De las raíces de los araucanos y su dulce hablar mapuche ha heredado la valiente postura de resistente al dominio militar impuesto por el nuevo imperialismo. De los árabes ha heredado toda la cultura literaria liderada a su tiempo por la poesía amorosa de Abu-J- Atahiya y Abu Nuwas y el estilo casi picaresco de Hariri del siglo XI, así como la imaginación árabe que ha compuesto Las mil y una noches. De hecho, MOM es un contador de historias en versos, como lo dice en el poema “Basta de versitos, pibe”:
Con la pluma insensata
de las habladurías
yo contaré la historia:
Será en verso, amañada,
torpe en la encrucijada,
de tener que asegurar algo.
(Monólogo entre la vaca v el moribundo*, p. 11)
MOM vive en España desde 1976. Ya es ciudadano de España y del Mundo, como lo sabemos. A los escritores españoles ya han otorgado el Nobel varias veces: a José Echegaray (1904), a Jacinto Benavente (1922), a Juan Ramón Jiménez (1956), a Vicente Aleixandre (1977) y a Camilo José Cela (1989). Desde hace 20 años, no le toca a un español el Premio Nobel y ya es tiempo de premiar otra vez un escritor del idioma de Cervantes. Cuando lanzó el libro Monólogo entre la vaca y el moribundo, Miguel Oscar Menassa ya estaba listo para recibir el Nobel: “El amor puede transformarse en confort y el premio Nobel estar esperándonos, a la vuelta de cualquier esquina”, dijo.
El poeta vive de palabras, no sólo de sueños. Los sueños son para los demás, los que se acuestan en el sofá del psicoanalista. La vaca, la mujer, las otras mujeres, las putas, toda la humanidad con soldados y sus guerras, dependen de las palabras para existir, como anunciaba Sartre. Para Miguel Oscar Menassa, la guerra de las Malvinas es una historia de la cual nadie se salva de culpa. Los ingleses “lo destruyen todo para que nadie pueda aprovecharse de lo construido hasta el momento. ¿Qué otra cosa es la guerra?” (p. 90). Son sucesos que dependen de la palabra para explicarlos, y aun así, quedan cortos en explicaciones. El personaje Vaca (o el otro ego) del libro de Miguel Oscar Menassa declara: “Sólo por saber que, en la realidad, no se puede ser, es que a un ser no le interesa nada.” Estaría plagiando, analizando o dis-construyendo el “ser o no ser” de Shakespeare? Yo me atengo a lo que dijo antes, al principio del libro:
La vida que el poeta oponía rabiosamente a las ciencias, eran palabras, y no vanas palabras al viento, juguetes de las olas, sino una vida tan material como las ciencias, porque la vida era para el poeta sus palabras escritas.” (p.16)
Cuando al premio Nobel, ya se lo estaba predestinando hace casi diez años en cada “encrucijada / de tener que asegurar algo” (p.11) en sus versos de “pibe” porteño:
Yo lo sabía, habría tocarme algo pequeño:
Antes de gozar había que ayudarle a crecer.
Tenía que dar la vida antes de poseerla.
(p. 12)
La vaca, con sus cuatro patas arriba es la vida, la conciencia, la razón incomprensible de la realidad, la espera del Nobel el futuro:
El Nobel, quién sabe, mas no hago ningún esfuerzo porque escapar es imposible y mientras tanto, tejo una red de versos incalculables. (p. 48)
La vaca resulta ser una de esas cosas, que “El bastón, las monedas, el llavero, la cerradura, los naipes, el tablero, el libro y el inútil espejo” eran para el otro poeta y escritor argentino, El Ciego, que esperó, pero nunca alcanzó el Nobel. No creo que MOM lo espere tan duramente. En ese libro ya un tanto sobrepasado por otros versos y otros pensares, él dice en un verso de amor finalista: Nada tomé, nada te debo, no puedo ni amarte.” (p. 14)
* Menassa, Miguel Oscar: Monólogo entre la vaca el moribundo. Editorial Grupo Cero. Madrid, España, 2001.
Teresinka Pereira
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