jueves, 30 de diciembre de 2010

Los decires de un viejo verde (Nº 17.- Enero 1998 -I-)

134.— La poesía se comporta conmigo, últimamente, como una amante histérica en tratamiento psicoanalítico: un día sí, otros días no, nunca seguido como ambiciona mi deseo, nunca todo el día como ambiciona mi muerte.

Sospecho de mí. Latigazos de pasión para el pobre hombrecito enamorado de sí mismo. Quiero ver el sol y ya nadie me lo permitirá.

135.— Yo, también, estoy lleno de vicios, de deformidades. Al fin y al cabo yo, también provengo de la unión deforme que simbolizan un hombre y una mujer. Y eso, me digo, habrá de ser para todos los mortales. Es decir que, detrás de toda inmortalidad, siempre hay una madre dándonos la teta y, ahí, la cuestión.

Ahora ya me toca escribir de las situaciones que atravesaré durante los próximos cien años. Basta de damiselas asustadas del tamaño de mi pene. Esta vez el que está asustado soy yo y ningún tamaño me asusta sino, precisamente, la ausencia de tamaño.

136.— Los alucinados modernos son gente sin padre y sin madre, o con padre y madre un poco idiotas, religiosos, imbéciles o ausentes.

Basta de familia, quiere decir, fundamentalmente, educar a los hijos como se debe.

137.— Ser poderosos no alcanza, después, hay que poder soportarlo, llevarlo adelante, hacerse cargo del amor que se genera con el poder, hacerse cargo del saber que se genera con el poder, eso es lo más difícil.

138.— Hoy se termina el año 1985, éstos son los últimos compases. Ya pasó media década y nadie, todavía, ha podido superar las palabras que dijimos al comienzo de la década.

Hoy estoy contento. Dentro de algunos años cuando se sepa todo alguien se preguntará cómo lo conseguía.

139.— Arrebatados, locos, perdidos, todo lo que quieran, pero no tenemos que dejar de morir de hambre a ninguno de nosotros, aunque sea un haragán, un imbécil, un extraterrestre

140.— Lo que tengo es una fiebre, una intensa fiebre emocional por descubrir, exactamente, cómo somos los humanos, por qué las mujeres viven como viven, por qué, por qué. Y un canto de calandrias apoderadas de S mismas huyen de mí. Soy el cantor de un porvenir que nadie vivirá. Un agujero en la propia existencia del hombre.

Soy lo que no hubo, lo que no fue. Más que una fisura, una señal, un anticipo de la muerte.
Como un violín atormentado busco el sonido que me saque de mí.
Abrir las compuertas de mi voz, para que mi voz se aleje de mí, todo lo posible.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Los decires de un viejo verde (Nº 16.- Diciembre 1997 -II-)

329.—Hoy me he sentido acosado sexualmente por una mujer. Lo que de ella me violaba permanentemente era la fe que ella tenía en cualquiera de sus convicciones.


343.—Los celos es una enfermedad y no se puede ni se debe andar con las heridas al aire.

Por lo tanto los celos deben psicoanalizarse, nunca demostrarse en público.

El celoso termina inspirando piedad y está claro que un psicoanalista que inspire piedad no tendrá mucha clientela.


344.—A los 56 años puedo por fin declararme libre de mí mismo.

Dentro de poco cumplo 57 años y algunos objetivos he cumplido.

Tengo un amor, una tristeza, una manera de escribir.


351.—Cuando alguien no consigue el dinero para hacer lo que dice querer, no quiere. Y esto es una noción estructural.


352.—Se debería respetar una decisión tan fundamental del sujeto. Sí no paga, está diciendo, a gritos, que no le den bajo ningún concepto lo que dice querer y no puede pagar.


366.—Y a la mujer en general no le pediré nada de nada y de esa manera ella, algún día, alguna tarde soñadora, alguna noche fatal, me regalará algo.


367.—Este siglo que termina fue brutal para mí.

Hice el amor con 1.000 mujeres y, aún, no puedo asegurar que alguna mujer haya hecho el amor conmigo.

¡Qué soledad!

jueves, 23 de diciembre de 2010

Los decires de un viejo verde (Nº 16.- Diciembre 1997 -I-)

213.— La vida es como las películas, no como mi vida, por eso es que las películas me parecen tontas.

215.— Cuando estoy en el mundo de las cosas no tengo que poder siempre; a veces, tendré que pensar.

232.— Recapacitando sobre la salud, he tenido que haber sabido que no hay salud sin modelos ideológicos que así lo permitan.

234.— Hasta hoy estuve regulando, es hora de meter las marchas. Una vez comenzada la vida, no la detiene nada.

235.— Ya he escrito una poesía de fuego. Así que no tanto escribir sino utilizar ese fuego. Y que esta vez sea para todo el mundo.

309.— La gente está desesperada por hablar y yo, que hablo todo el día, también estoy desesperado. Estoy al borde de la fama. Espero no transformarme en un idiota.
Si no paro la máquina, me digo, la máquina me terminará tragando. ¿Qué hacer espíritu de la noche?
Se trata de no sacar ningún provecho de ninguna situación. Y esa es la vida de un poeta, el resto, todo el resto, vicios burgueses, ambiciones de proletariado urbano.

326.— Un día les llamé y les dije: El problema no es que ustedes no sirvan. Sino que ustedes no dejan servir a nadie.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Los decires de un viejo verde (Nº 15.- Noviembre 1997)

420.-

Antes de irme a dormir, por hoy, me gustaría que dijeran de mí que soy un virtuoso de la palabra. Cuando alguien se anime el mundo entero ganará un escritor. La historia de los cuerpos se transformará en la historia de las palabras y, si pasan los años, no es para que tiemble nuestro discurso, lo que se pudre con el tiempo es nuestro cuerpo.

421.-

Esta noche no escribiré un poema y eso me bastará.

Antes que ocurra un encuentro del sujeto con el mundo, puede ocurrir un encuentro del sujeto con el ser. A eso quiero referirme para dimensionar la cuestión: el ser y el mundo pueden encontrarse sin necesidad del sujeto. El sujeto aunque ocurra en su propio cuerpo nunca se entera de esos encuentros. Hay algo en él que no ve nada. Su yo quiero ser eso le impide toda otra visión.

422.-

Abrimos al corazón negro de la vida. Al pozo negro de la ignorancia. Ahí cada cual tendrá su merecido.

La vida, las cosas de la vida, a cierta edad deben tener como única obligación desear. Hijos, ternura, soledad, eso ya pasó. Ahora todos son números, letras abiertas al infinito. Y en ese instante, estaremos todos muertos.

423.-

Cuando todos esperaban mi desaparición, desaparezco.

Soy el perfecto encanto de la poesía a todo confort.

Un buitre almacenando su propia carroña. Una tristeza empequeñecida por el logro de ser.

A cielo abierto toco esta nota desesperada: Amo y soy amado.

Cuando ella me relata cómo la amo, tengo que reconocer ser el único capaz de hacerlo de esa manera. Amada empecinada, terca serpiente solitaria atada a mi garganta. Te lloro, te hago pedazos en mis ojos.

Tengo conmigo esa crueldad que tanto ambicionaste.

Fui ese delirio abierto donde cabía perfectamente tu sonrisa. Y nos besábamos las piernas con ternura, porque los sapos cantaban alegremente un porvenir inesperado. Te vuelvo a encontrar cuando abro mí boca. cuando dejo por mi boca que se deslice aparatosamente tu mirada. Éramos pequeños dioses y. también, pequeños demonios.


424.-

Alguien que a pesar de nuestra tendencia a la unificación pueda diferenciarse, eso es lo que busco, cumplir la ley hasta que la ley se agote. Ser siempre los mismos perturba cualquier legislación.





425.-

Estoy encantado de publicar yo mismo mis propios versos.

Entiendo que después de todo eso me quedarán unas mil páginas inéditas y ya no es tanto. La capacidad de escribir es lo que necesito, estar al lado tuyo, amor, contándote mis penas, poesía, amada, tierna alcachofa rubia entre mis dientes. Escribir sintiendo que el mundo es efímero y yo soy eterno. Hurones desesperados quieren comer nuestra comida, que no tenemos sino por habérsela robado a un hurón.


427.-

Está por salir el sol, parece que la naturaleza empieza a comprenderme, tal vez a la tarde plante algunas flores al aire libre.

No tengo el ruiseñor del Alto Paraná curtiendo las miserias, las limpias mañanas donde el hombre se curte de dolor porque ya nadie piensa en su revolución, porque ya nadie quiere ser testigo de la matanza.


428.-

Escribir hasta que las palabras se combinen en poesía es lo más difícil del oficio de escritor, no poder escribir para escribir.

Si me lo propongo, todos los días conseguiré arrancar alguna melodía, eso es una verdadera máquina.


429.-

El alma no tiene una vivienda apropiada. Hemos conseguido lo que consigue el proletario de algunos países civilizados: una casa para el cuerpo, para la familia. Ahora tenemos que ir por la casa para el alma y eso en estas sociedades lo consiguen algunos burgueses, algunos genios.

Intento llegar a una distancia próxima de cada palabra, me pierdo en su articulación, como con las mujeres: cuanto más me preocupo de una pierdo gracia en la articulación.

Hay que llevar el cuento hasta sus últimas consecuencias. Yo viviré solo en una casa de cuatro dormitorios y tendré toda la casa como laboratorio de arte, así ya nadie se pondrá a llorar cuando yo sea capaz de un verso inolvidable.

Hasta las últimas consecuencias querrá decir que habrá quienes se ocupen de mi subsistencia, yo seré el que se ocupe de la subsistencia de la poesía. Todo el mundo tendrá lo que se merece, iremos por las cuestiones como van sobre la nieve los acostumbrados a ella. No tendré tiempo de investigar lo bueno y lo malo, serán convenciones entre los que se atrevan a convenir. El resto tendrá que soportar lo convenido como si estuviera de acuerdo o será juzgado por algo.