En vano hago intentos para normalizarme y cada vez me cuesta menos recuperar el desequilibrio. Pero heme aquí, vástago perfumado de un siglo a punto de morir, me detengo en la cumbre de lo que ya no sé y me catapulto hacia un futuro incierto pero a la vez generoso, y me detengo y pienso desde esa desviación (un futuro incierto) nuestra vida. Hago como que vuelo, quiero decir, todo el mundo me ve volando, pero es una ilusión, yo sigo sentado en la silla, dándole a la máquina de escribir su merecido.
A veces me veo tejiendo las historias y me siento un verdadero historiador, capaz de inventar cualquier sentimiento o terremoto o revolución o guerra o infortunio o belleza o bien extrañas dimensiones desconocidas, todo para que las cosas ocurran tal cual ocurren, otras veces me doy cuenta que soy un pequeño títere en las manos de un viento cruel.
Hoy día, pensando nuestra vejez me siento con menos fuerza creativa pero con una gran fuerza organizativa, me he propuesto que todos nosotros vivamos una vejez digna y eso, significa dinero, mucho dinero. esa es la única dignidad posible para la vejez. Poder comprar los cuidados, los amores, las amistades, las tardes de sol, oponer siempre la primavera a las estaciones límites, poder mostrar siempre algún billete que haga que nos digan: sí señor, señor por aquí, qué necesita el señor, señor chúpeme los huevos, señor hágame una caricia.
Después también crecerá mi poder y me rodearé de estúpidos que tratarán de impedir por todos los medios que nos encontremos.
Amor mío, amor mío, siemrpe amé el poder sólo para encontrarme contigo y ahora mi poder nos separa, vuelve la cara hacia la noche, que allí, sumergidos en el decir más lento y subterráneo, nadie podrá descubrir nuestro amor.
Y la poesía me sonríe no de lejos pero sí a una distancia suficiente como para no poderla del todo y ella, la poesía sonríe y huye en esa sonrisa que ya, tampoco me pertenece y nos volveremos a encontrar si ella quiere y algún día vendrá, inesperadamente y yo tendré que tener todo preparado para cuando, ella, la loca, desee volver.
Y así estoy todo el día esperando que vuelva y cuando vuelve la agarro del pescuezo y le golpeo la cabeza contra el diccionario y me quedo con la sensación de haberle hecho un bien a la humanidad.
A veces siento como que alguien me corre y yo corro para que no me alcance como si fuera a mí a quien corriera, otras veces me siento más tranquilo que la tila y no recuerdo nada y no tengo nada que decir del futuro y gozo con eso de no saber de quién defenderme y comprendo que la vida es varias vidas y saltándome algunos stops me dispongo a poner en práctica el aprendizaje.
Y algunos me dirán que yo nunca templé de buena forma una guitarra y yo les diré que eso es cierto, y algunos dirán de mí que fui la música del siglo XX y yo les diré que eso es cierto.Y otros dirán que nunca pude amar, totalmente, a una mujer y yo les diré que eso suena muy verdadero y otras miles dirán, que ese no todo que les daba las enloquecía y yo diré que eso suena muy verdadero.
Varios dirán que lo di todo por la poesía y yo no diré nada y muchos más, aún, dirán: eso que le pasa ahora es porque se quiso comer la poesía, ahora la poesía lo persigue la parte que le falta.
Pobre de mí, dirán algunos, sin saber qué decir cuando me vean volando entre las piernas cruzadas del mundo, sin apenas palabras.
Pobre de mí, dirá mi madre muerta envuelta entre las nubes partidas por el sol, pobre de mí, amante ligero del abismo, allá voy sin pensamientos aparentes a saberme autor de mi propia novela, desgarrador silencio del poema o bruma desatada o soledad aguerrida y cuento donde la doncella se desvanece antes de la alegría o esas tardes espléndidas donde parecía que el sol lo quemaría todo y nadie escapaba al solemne momento del amor. Escarchas enrojecidas por el deseo, saltaban en pedazos, pequeñas algarabías de una carne de fuego, al aire, parecían estrellas desoladas dejándose tocar por el niño imprudente o los enamorados ciegos.
No vi, exáctamente, plegarse el universo sobre mí, pero fue algo que pasó en tu boca, un movimiento como de delirios en carrera, miles de gacelas, millones de voces clamando libertad para volar, algo de locura para los pobres sentimientos cotidianos.
A veces me veo tejiendo las historias y me siento un verdadero historiador, capaz de inventar cualquier sentimiento o terremoto o revolución o guerra o infortunio o belleza o bien extrañas dimensiones desconocidas, todo para que las cosas ocurran tal cual ocurren, otras veces me doy cuenta que soy un pequeño títere en las manos de un viento cruel.
Hoy día, pensando nuestra vejez me siento con menos fuerza creativa pero con una gran fuerza organizativa, me he propuesto que todos nosotros vivamos una vejez digna y eso, significa dinero, mucho dinero. esa es la única dignidad posible para la vejez. Poder comprar los cuidados, los amores, las amistades, las tardes de sol, oponer siempre la primavera a las estaciones límites, poder mostrar siempre algún billete que haga que nos digan: sí señor, señor por aquí, qué necesita el señor, señor chúpeme los huevos, señor hágame una caricia.
Después también crecerá mi poder y me rodearé de estúpidos que tratarán de impedir por todos los medios que nos encontremos.
Amor mío, amor mío, siemrpe amé el poder sólo para encontrarme contigo y ahora mi poder nos separa, vuelve la cara hacia la noche, que allí, sumergidos en el decir más lento y subterráneo, nadie podrá descubrir nuestro amor.
Y la poesía me sonríe no de lejos pero sí a una distancia suficiente como para no poderla del todo y ella, la poesía sonríe y huye en esa sonrisa que ya, tampoco me pertenece y nos volveremos a encontrar si ella quiere y algún día vendrá, inesperadamente y yo tendré que tener todo preparado para cuando, ella, la loca, desee volver.
Y así estoy todo el día esperando que vuelva y cuando vuelve la agarro del pescuezo y le golpeo la cabeza contra el diccionario y me quedo con la sensación de haberle hecho un bien a la humanidad.
A veces siento como que alguien me corre y yo corro para que no me alcance como si fuera a mí a quien corriera, otras veces me siento más tranquilo que la tila y no recuerdo nada y no tengo nada que decir del futuro y gozo con eso de no saber de quién defenderme y comprendo que la vida es varias vidas y saltándome algunos stops me dispongo a poner en práctica el aprendizaje.
Y algunos me dirán que yo nunca templé de buena forma una guitarra y yo les diré que eso es cierto, y algunos dirán de mí que fui la música del siglo XX y yo les diré que eso es cierto.Y otros dirán que nunca pude amar, totalmente, a una mujer y yo les diré que eso suena muy verdadero y otras miles dirán, que ese no todo que les daba las enloquecía y yo diré que eso suena muy verdadero.
Varios dirán que lo di todo por la poesía y yo no diré nada y muchos más, aún, dirán: eso que le pasa ahora es porque se quiso comer la poesía, ahora la poesía lo persigue la parte que le falta.
Pobre de mí, dirán algunos, sin saber qué decir cuando me vean volando entre las piernas cruzadas del mundo, sin apenas palabras.
Pobre de mí, dirá mi madre muerta envuelta entre las nubes partidas por el sol, pobre de mí, amante ligero del abismo, allá voy sin pensamientos aparentes a saberme autor de mi propia novela, desgarrador silencio del poema o bruma desatada o soledad aguerrida y cuento donde la doncella se desvanece antes de la alegría o esas tardes espléndidas donde parecía que el sol lo quemaría todo y nadie escapaba al solemne momento del amor. Escarchas enrojecidas por el deseo, saltaban en pedazos, pequeñas algarabías de una carne de fuego, al aire, parecían estrellas desoladas dejándose tocar por el niño imprudente o los enamorados ciegos.
No vi, exáctamente, plegarse el universo sobre mí, pero fue algo que pasó en tu boca, un movimiento como de delirios en carrera, miles de gacelas, millones de voces clamando libertad para volar, algo de locura para los pobres sentimientos cotidianos.
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